LA DAMA DE RAMOS LARREA


LA DAMA DE RAMOS LARREA
Felipe Gerardo Huamán Gutiérrez
Dice el dicho “Todo tiempo pasado fue mejor” y como quien, dando la razón al dicho, siempre añoramos los momentos de nuestra niñez, los maravillosos momentos de nuestra juventud; tantas anécdotas, tantas historias, tantas alegrías, así como también momentos tristes que hemos pasado y las necesidades que tuvimos que superar. La presente historia sucedió hace algunos años, en la década del 70 y 80.

Para nosotros eran momentos maravillosos, momentos felices y disfrutábamos de la libertad, el sosiego y la paz, sentados en la vereda de la calle frente a los bares; eran tiempos de la harina de pescado, donde el Perú era el Primer Productor en el mundo; recuerdo cuando los fines de semana llegaban los famosos y conocidos por la gente como los “bolicheros”, es decir aquellos hombres que se internaban por días mar adentro, pescando la anchoveta u otro pescado, en sus famosos “boliches”. La anchoveta era entregada a las grandes embarcaciones que industrializaban y producían la harina de pescado; los “bolicheros” eran hombres que ganaban buen dinero a costa de su esfuerzo y sacrificio, pero que lamentablemente, muchos de ellos, lo malgastaban en tragos, bebidas alcohólicas, cigarrillos y otros vicios.

Algunos jóvenes, curiosos como siempre, nos quedábamos hasta altas horas de la noche sentados en la vereda de la calle conversando, contando chistes y, sobre todo, escuchando música de la época en las recordadas radiolas o rockolas de los dos bares que existían en la primera cuadra del jirón Sucre, del distrito de Imperial; éstos bares eran el “Faro” y “Gerardo”; por un sol tenías oportunidad de escoger tres discos. ¡Eran otros tiempos! No había “marcas”, asaltante de bancos, asesinos, “fumones”, drogadictos u otros tipos de delincuentes. ¡Los niños y jóvenes éramos felices!
          Una  noche, ya siendo muy tarde y, considerando las reglas y rigor de nuestros padres en casa, decidimos con mis amigos irnos a descansar; cruzamos la pampa, que ahora es el Parque de Ramos Larrea, llegamos a la esquina, nos despedimos y cada uno nos fuimos hacia nuestras casas; yo seguí de frente por la calle; cuando en eso veo cruzar de arriba hacia abajo una mujer, que sigue calle abajo por el camino que colindaba con la chacra de Cerro Alegre; su presencia a esa hora y sola me impresionó, a la vez que me provocó cierta curiosidad, entonces la seguí; iba pensando ¿quién puede ser? ¿qué hace a estas horas por la calle? Desde lejos la seguía evitando que se dé cuenta de mi presencia, la seguía aprovechando la complicidad de la oscuridad de la noche, y por la poca iluminación y visibilidad que nos proporcionaba la luna; trataba de acercarme y reconocerla, pero no logré mi objetivo.
Ella siguió caminando, por la calle limitada, un lado por las casas de Ramos Larrea y al otro la chacra de cultivo de la CAU Cerro Alegre; yo guardando una prudente distancia, la seguía. Ella avanzaba, iba con un vestido largo todo de blanco que le llegaba hasta los tobillos; caminaba y su cabello pareciera que jugaba con el viento de la noche. Pero algo raro notaba en ella, entre mí decía, si la calle no era asfaltada, y existían ciertos desniveles por ser de tierra pedregosa, ¿por qué ella no tropezaba ni esquivaba los obstáculos? ¿por qué ella no se balanceaba al caminar?; entonces, me acerqué un poco más, como queriendo alcanzarla; recorrí con la mirada su cabeza, sus hombros, su vestido blanco, parecido al de una novia, que caía por sus espaldas pasando por su cintura hasta terminar a la altura de los tobillos; aguzando la mirada trato de ver sus pies, pero no logro verlos, al parecer flotaba, parecía que ella caminaba sobre una burbuja de aire, sobre una nube; sorprendido y con cierto temor, detuve mis pasos, cuando en eso escucho el ladrido de un perro, asustado volteo para evitar una posible mordedura; el perro al verme se calma un poco pero sigue ladrando, me doy cuenta que al parecer los ladridos no son por mi presencia; en eso como despertar de un sueño o una hipnosis, me doy cuenta que ya no estaba en la calle que pensaba que estaba yendo, sino que ya estaba por llegar al túnel por donde pasan las aguas del canal de María Angola, túnel que cruza el Cerro Candela, desde la CAU “El Chilcal” hacia la CAU “San Benito”; me preguntaba ¿cómo llegué hasta aquí, si estaba en Ramos Larrea?, ¿cómo he logrado caminar tanto, un aproximado de dos kilómetros sin darme cuenta? observé que todo estaba oscuro, no había luces cerca. No me había dado cuenta que había cruzado las chacras y algunas de ellas regadas o sea “machacado”, pues mis zapatillas estaban mojadas, llenas de lodo; y, el perro seguía ladrando, con mirada atenta a un lado de mí, a ratos daba un aullido triste y tenebroso como si viera algún alma o espíritu como que anunciara alguna fatalidad. Entonces vino a mi mente las historias que me contaba mi madre, que los perros aúllan, porque ven malos espíritus o algo malo va a pasar; entonces volví la mirada hacia la chica que iba siguiendo, ¡oh sorpresa! ¡ella ya no estaba, miré un lado, luego hacia el otro, pero nada! ¡qué miedo!

Asustado, volví por el caminito de la orilla del canal de María Angola, crucé el canal de Pócoto, y volteando de vez en cuando hacia atrás, para cerciorarme que nadie me siguiera, trataba de llegar a mi casa. Ya en Ramos Larrea, era el único que caminaba, no había nadie más en las calles; algunos perros al verme pasar empezaron aullar y un poco asustados se alejaban de mí; eran aproximadamente las 12:20 de la noche. Esa noche no dije nada a mi madre; al día siguiente muy de mañana, le conté lo que me había pasado, y ella me regaño y me advirtió que eso me pasaba por ser muy “mataperro” muy “andariego”, por quedarme hasta altas horas de la noche por las calles. Luego mi madre cogiendo su sombrero, sus mantas y sus alimentos se fue a trabajar.

Ya un poco más calmada, mi madre en la tarde al volver de su trabajo, me recordó que ya antes, me había pasado algo similar cuando tenía entre 8 o 9 años, cuando en una camioneta un gringo nos llevó a seis u ocho niños a un desierto desconocido; y que, según ella, me iban a llevar para enterrarme como “pago” a la máquina desmotadora de algodón.
Como buena y excelente madre que fue doña Margarita, mi madre, con voz pausada y muy quedo, pero sí, enérgica me habló y me resondró diciendo que, procure siempre llegar temprano a casa; que no trate de estar por las calles en horas cercanas a la medianoche. Luego, me advirtió y me explicó, conforme sus creencias y tradición cultural que, la chica que vi en la noche no era real, sino que era el demonio disfrazado de mujer, que me estaba llevando por el canal María Angola hacia el túnel de Cerro Candela para ahogarme y hacer algún “pago” o cumplir un “encargo” y, que si no fuera por el perro que ladró ya no estaría para contarlo.
Entrada del túnel del canal de María Angola que cruza el Cerro Candela desde CAU Chilcal hasta CAU San Benito.

Acabo de terminar la presente narración a los 26 días de julio del 2003, son las 11:58 PM, me voy dormir antes que llegue la medianoche, no vaya ser que alguien toque la puerta y vuelva aparecer la chica con sus encantos. Bye.
Derechos reservados FGHG.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Breve reseña del CNI-Promoción 1970

Recuerdos por el Mixto "San Luis"

JUSTINO Y "EL PAGO"