CHIRIMACO

Felipe G. Huaman Gutierrez

Retrocediendo en el tiempo recuerdo, que correteaba por las calles de tierra del distrito de Imperial jugando con mis amigos.

Asimismo, todos los días, observaba unos camiones que con cilindros traian agua del pozo que se encontraba en la carretera a Carmen Alto; luego en el pueblo, unos jóvenes con gancho en el hombro y dos latas a los extremos, llevaban el agua a los vecinos. Recuerdo que, cada vecina barría su “frontera” de la calle y luego los regaba, esparciendo delicadamente con las manos el agua en la calle de tierra, sin hacer charco, ni lodo.

Eso eran asunto de los mayores; yo seguía correteando por las calles de Imperial, jugando “pelotas”, a las “escondidas”, la “matachina”, “las  chapadas” o me iba bañar al “Pocito”, “tamarria” o “Casita Blanca” en el canal Marìa Angola, otras veces nos íbamos a “rastrojear” papas o naranjas.

El motivo del presente escrito, es para recordar, mis momentos de “libertad”, cuando jugaba a las “bolitas” en las calles polvorientas de la Calle Huancayo o en la calle La Mar; otras veces en las tardes, jugaba con mis amigos en la 28 de julio, cuando los ambulantes de la “parada” desocupaban la calle. Las “bolitas” las llamabamos “Pitacho”, “lecherita”, “chirimaco” o simplemente “bolitas”; calificàmos asì a nuestras canicas por cierta imaginaria propiedad que dàbamos a ellos.

Recuerdo que, cierta mañana, de un sábado, en la falda de la huacas polvorientas que se ubicaba frente al estadio Oscar Ramos Cabieses de Imperial, nos citamos tres amigos para jugar a las “bolitas”. La hora acordada, cada niño llegó con su “capachera” con varias “bolitas”, hicimos un círculo en la tierra y cada uno “chantamos” dos bolitas al interior del círculo; luego, aproximadamente a tres metros del círculo, hicimos una “raya”, de donde teníamos que lanzar nuestras bolitas para quiñar al que estaba en el círculo y sacarlo. Pero antes teníamos que “regir” quién empezaba el juego. Entonces desde el círculo lanzábamos nuestro “chirimaco” o “lecherita” en dirección de la “raya”; la regla era que, empezaba el juego, quien se aproximaba más cerca a la “raya”; otros con la fanalidad de estar más cerca, lanzaban muy fuerte sus bolitas, que se pasaban de la “raya” y perdían, entonces, éstos eran los últimos en jugar.

Iniciado el juego, no faltaban algunos tramposos, que hacían “langa”, ya que al lanzar su “pitacho” o “lecherita” se inclinaban y estiraban mucho el brazo, porque la regla era que, para lanzar, el cuerpo tenía que estar casi erquido o en cuclillas, pero no inclinarse hacia delante. Tampoco valía la “seña”. Otras veces, para afinar y probar la puntería decían “humber”, para realizar lanzamientos de prueba; si los otros jugadores aceptaban el “humber”, bien, pero sino, seguían el juego. ¡Cuántas veces nos hemos lamentado que, por una “ñiska”, no le dimos el “quiñe” a la bolita del círculo!

Si alguien se quedaba “muca” el juego terminaba o seguíamos con otro juego.

Les decíamos “las lecheritas” o los “chirimacos” porque según nuestras creencias, eran las más certeras y precisas para golpear las otras bolitas y sacarlos del circulo, y hacernos ganar. Nosotros, muy niños le teníamos fe. Estos por situación de creencias, de imaginación o suerte, eran así….. precisas; la magia influia en nosotros para tener una mejor puntería, al lanzar la “Lecherita”, quiñar y ganar bolitas en las jugadas, eran nuestros infalibles “Chirimacos”

Hoy transcurridos los años, recostado al pie del arbol, con nostalgia, recuerdo mis famosos “chirimacos”

Att, su amigo Felipe HG.

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