“EL CAMPANA”
Felipe G. Huaman
Gutierrez.
Cierta vez, al pasar por la Av Cementerio de Imperial, veo
bajar de una mototaxi, a un moreno alto, con su bastòn y cojeando se dirije hacia
la puerta del Estadio Oscar Ramos; toca la puerta y llama al guardian. No
nos habìamos visto màs de cuarenta años. Yo tratando de hacerle una broma, le
digo,
- -El portero se fue su casa- El moreno voltea y me dice,
-n -no, él esta adentro- y sigue tocando la puerta del
estadio.
Sorprendido me dì cuenta que no me habìa reconocido. Han
pasado tantos años de nuestra juventud, y su cansada memoria le era dificil
evocar los años idos.
Me acerqué nuevamente y le dije
-Negro ¿ya no me conoces?-
el moreno volteo, acomodó su batòn, tomo asiento en la vereda, achino los ojos
y me dijo,
-Haber, a ver- me miro, pensó
-haaaa…ya ¡tu eres Ferlipio!- Hasta que al fin me reconociò.
Contentos nos dimos un apretòn de manos, activando nuestra
memoria que, como un diskette antiguo, empezò a funcionar. Recordando, hablamos de temas de nuestras vidas, nuestras hazañas en
el viejo barrio y sus alrededores.
Él recordaba claramente cuando lustrabamos zapatos en la esquina
de la Av Ramos con la 28 de julio en
Imperial, o de cuando ìbamos al cine El Dorado en las noches, entre otros
recuerdos.
Entonces, aproveché para hacerle recordar cuando íbamos a
“cosechar” papas en la hacienda vecina. El Negro se quiso hacer el
desentendido, dando silvidos miraba hacia el otro lado; entonces como para
motivar sus neuronas del recuerdo, le dije
-¿No recuerdas cuando
cosechàbamos papas en la noche?- Èl seguìa haciendose el desentendido, al
parecer, con èl no era el asunto.
Entonces, insistì
-¿Cómo que no recuerdas? Si tu me decìas quèdate aca que voy entrar para “cosechar”, ¿no recuerdas?- y èl seguìa ignorando mis preguntas, hasta que le dije
¡Sì yo era tu “campana”!- entonces muy serio el Negro volteo, me miro, y yo asustado retrocedì; entonces èl empezò a sonreir y lanzò unas carcajadas,
-¡jajajajajaja
Ferlipio!- y nos matamos de risa ambos recordando nuestra juventud, nos ubicamos mejor en la vereda y empezamos a recordar nuestras palomilladas en el barrio.
¡Què locuras de juventud!
Felipe HG
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